La complejidad de la fertilización de cultivos y la guerra contra los fertilizantes químicos


Pedro Raúl Solórzano Peraza


A la hora de desarrollar programas de fertilización se deben tener en cuenta todas las opciones posibles, esto hace posible lograr un programa verdaderamente racional y efectivo. Estas opciones son:

1.-Abonos edáficos químicos y orgánicos convencionales: consiste en incorporar al suelo fertilizantes químicos y orgánicos (biofertilizantes). Al considerar cultivos que cubren miles de hectáreas, los fertilizantes orgánicos solo pueden ser rentables si se producen en las propias unidades de producción o en lugares cercanos donde el transporte no los haga antieconómicos.

2.-Fertilización: es la aplicación de fertilizante junto con el agua de riego, se riega con soluciones nutritivas. Es un método muy eficiente de aplicación de nutrientes si se dispone de sistemas de riego localizado y productos solubles en agua.

3.-Fecundación foliar: se refiere a la pulverización de soluciones nutritivas sobre las hojas de las plantas. Se deben utilizar productos especialmente elaborados para este fin, que generalmente contienen nutrientes y estimulantes para el metabolismo de las plantas. Se utilizan principalmente para la aplicación uniforme de micronutrientes y para correcciones agudas de ciertas insuficiencias nutricionales.

4.-Fecundación biológica: es el aprovechamiento y mejoramiento de procesos o fenómenos naturales en los que intervienen los seres vivos, que sirven para aumentar la disponibilidad y aprovechamiento de nutrientes esenciales por parte de las plantas. Los casos de nitrógeno y fósforo son los más estudiados en términos de fertilización biológica, donde se dispone de información muy importante para su aprovechamiento. Algunos de estos procesos consisten en el uso de diazotrofia, micorrizas, bacterias promotoras del crecimiento (PGPR) y bacterias solubilizadoras de fosfato (BSP).

Fertilización nitrogenada biológica (FNB): se logra a través de la diazotrofia, que es el proceso de fijación de nitrógeno atmosférico molecular (N2) al suelo a través de la actividad de simbiontes (leguminosas) o microorganismos de vida libre. Estos microorganismos fijadores de nitrógeno se denominan diazótrofos, y como ejemplos tenemos a Rhizobium y Bradyrhizobium, que son simbiontes; y Azospirillum y Azotobacter que son de vida libre.

Fertilización biológica fosfatada (FFB): en este caso del fósforo (P), ha sido de gran importancia el aporte de micorrizas a algunas especies vegetales. Estos hongos infectan las raíces, provocando una extensión del sistema radicular a través de sus hifas, lo que le permite a la planta explorar una mayor cantidad de suelo y por ende una mayor capacidad de absorción de nutrientes, especialmente aquellos que tienen poca movilidad en el suelo, como el . el caso del fósforo. En la aplicación de fosfatos también son importantes los microorganismos capaces de aumentar la solubilidad del P del suelo (BSP), como Bacillus megaterium var. Fosfato y bacterias promotoras del crecimiento (PGPR).

Para aprovechar estas oportunidades de manera integrada, es necesario tener un conocimiento básico del sistema climático suelo-planta, a través de un análisis de suelo reciente, buena información climatológica y las necesidades nutricionales de la planta. Yo creo eso integración de las opciones actuales a cada sistema suelo-planta-clima es fundamental para lograr un programa de fertilización eficaz y racional.

Recientemente, el 5 de noviembre del presente año, participé en el Expocongreso Latinoamericano de Ganadería Tropical en Maracaibo en el marco de la Asamblea Anual Fedenaga y Extraordinaria de Fegalago, donde dieron una buena participación en el cultivo de la palma aceitera como una oportunidad para diversificar la ganadería regional. producción Después de mi presentación, que se refirió a un programa general para fertilizar este cultivo (generalmente porque no se cuenta con análisis de suelo u otros datos del sistema suelo-planta-clima), surgieron las siguientes interrogantes. “¿Cuánto tiempo llevará matar el suelo con la aplicación de estos fertilizantes químicos?”

Si los fertilizantes se aplican a los cultivos de forma racional, no tienen por qué “matar” el suelo. Por el contrario, los fertilizantes artificiales son una fuente de nutrientes que tanto los macroorganismos como los microorganismos del suelo necesitan para su nutrición y poder aumentar sus poblaciones. Recordemos que los fertilizantes son en su mayoría productos naturales que provienen de yacimientos que son la fuente de la materia prima para elaborarlos, por ejemplo, las minas de apatita como fuente de P y la silvita como fuente de K. Asimismo, los nutrientes que contiene el suelo provienen del material original y también son liberados por la descomposición y meteorización de rocas y minerales. Por otro lado, el nitrógeno es el principal componente del aire, desde allí es fijado al suelo por los diazótrofos, al igual que lo es fijado por la industria para la síntesis del amoníaco, que es el punto de partida en la producción de fertilizantes nitrogenados. Luego estos productos naturales regresan al suelo a través de los fertilizantes, en un ciclo cerrado, para ser aprovechados por las plantas.

Los fertilizantes químicos son difíciles de excluir en un programa de fertilización racional y serio, ya que representan los productos más concentrados en nutrientes para cubrir las necesidades de las plantas. Para cubrir las necesidades nutricionales de un cultivo, puede ser necesario utilizar varias toneladas de biofertilizante por hectárea, mientras que con fertilizantes sintéticos puede que solo sea necesario utilizar varios cientos de kilos de producto. Sin embargo, si el manejo del sistema suelo-planta-clima lo permitiera, y existiera la oportunidad de incorporar biofertilizantes al programa de fertilización, sería mucho mejor, ya que se mejorarían las condiciones de fertilidad y la vida del suelo. Por ello, la labranza cero o mínima que permite el aporte de residuos de cultivos al suelo y abonos verdes, integrada con un fertilizante químico racional, da excelentes resultados en la producción de cultivos y su sostenibilidad en el tiempo.

Como ejemplo para entender que la aplicación racional de fertilizantes químicos al suelo para la producción de alimentos difícilmente puede “matar” un suelo, veamos los siguientes datos: Cada vez que se aplica una tonelada de fertilizante/ha/año a un suelo (que es una dosis alta y poco usada), lo que equivale a agregar 100 gramos de fertilizante por cada metro cuadrado de suelo, en un suelo de hasta 30 cm de profundidad y una densidad aparente de 1.5 ton m-3, cada metro cuadrado de suelo tiene una masa de 450 kg, por tanto, esa dosis corresponde a repartir 100 gramos de fertilizante por cada 450.000 gramos de suelo o 0,1 kg de fertilizante por cada 450 kg de suelo. Es una concentración tan baja de fertilizante que difícilmente puede “matar” un suelo; más bien, favorece la vida del suelo y la biodiversidad vegetal del planeta.

Cada vez estoy más convencido de que el fanatismo no conduce a la correcta fertilización de los cultivos. Así como tratan de castigar a los fertilizantes artificiales como destructores del medio ambiente, generalmente tratan de imponer conceptos más allá de toda razón. Por ejemplo, recuerdo el fanatismo de algunas personas en las décadas de 1970 y 1980 tratando de desacreditar el aceite de palma, considerándolo un veneno para la salud pública; por supuesto que no tenía mucho apoyo científico. Ahora en 2022, en este evento tecnológico, identificado como Expocongreso Latinoamericano de Ganadería Tropical, que se realiza los días 4 y 5 de noviembre en Maracaibo, el fanatismo de un expositor trata de desacreditar al aceite de soya al indicar que “nos está matando”. Me pregunto cómo explicar que los chinos consumen aceite de soja desde hace siglos y que la República Popular China es el país más poblado del mundo.


Pedro Raúl Solórzano Peraza Es un destacado colaborador de Mundo Agropecuario

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