Esto es lo que debes saber si eres un paciente anticoagulado
cerca de uno millones de personas En España siguen tratamiento anticoagulante. Mantener la adherencia al tratamiento y seguirlo adecuadamente son claves para que el medicamento haga su trabajo. Por el contrario, un mal control conlleva un riesgo importante ya que puede provocar hemorragias y su incumplimiento puede derivar en un nuevo problema trombótico.
Por tanto, es importante que los pacientes anticoagulados conozcan el motivo del tratamiento anticoagulante, cómo seguirlo correctamente, recomendaciones sobre cuidados en su vida diaria, qué hacer ante situaciones concretas como un sangrado y cuándo consultar al Servicio de Urgencias.
¿Cuándo se anticoagula un paciente?
Las enfermedades cardiovasculares pueden tener resultados fatales, como ataques cardíacos. Pero esa no es la única amenaza que sufren los pacientes cardíacos. Entre las complicaciones más peligrosas que tienen algunas patologías cardíacas se encuentran el ictus o la embolia sistémica. La buena noticia es que en muchos casos podemos anticiparnos a ellas si seguimos una terapia anticoagulante.
¿Cuándo corremos el riesgo de que ocurran estas complicaciones? Existen diversas situaciones en las que puede producirse la tendencia a formar coágulos de sangre. La más común es la fibrilación auricular, la arritmia más común. Pero los pacientes con válvulas cardíacas protésicas también pueden necesitar medicamentos anticoagulantes. Otros pacientes a los que se prescribe tratamiento anticoagulante son aquellos que han tenido una embolia pulmonar o un tromboembolismo venoso.
¿Cuál es la función del anticoagulante?
La coagulación es un equilibrio muy complejo entre mantener la sangre fluida para que pueda circular por las arterias y venas y coagular la sangre cuando se produce una ruptura en el lecho del vaso y puede contener el sangrado.
La terapia anticoagulante se utiliza para prevenir la trombosis y la embolia, y actualmente existen tres tipos de terapia: las heparinas, que son inyectables y se utilizan de forma transitoria; anticoagulantes antivitamina K (AVK), donde es importante seguir controles periódicos y ver el grado de anticoagulación, que se mide determinando el INR (International Normalized Ratio) y generalmente debe estar entre 2 y 3, con variaciones según el riesgo de sangrado y trombosis en cada persona; y los anticoagulantes de acción directa (ACOD), que, a diferencia de los AVK, son de acción rápida y no interactúan con los alimentos ni con la mayoría de los medicamentos, por lo que no son necesarios controles periódicos.
¿Cómo mantener bajo control la anticoagulación?
En el caso del postratamiento con anticoagulantes antivitamina K, cada persona necesita una pauta personal guiada por el análisis del INR, por lo que son necesarios controles periódicos. Existen programas de formación en autocontrol de AVK mediante los cuales se entrena al paciente en el uso de un coagulómetro portátil para la autodeterminación del INR.
Además, debes prestar atención a tu alimentación, ya que existen alimentos que pueden interferir con el efecto del fármaco por su alto contenido en vitamina K, como las verduras de hoja verde oscura (espinacas o acelgas), la col (brócoli, repollo). o coles de Bruselas) y productos vegetales fermentados (chucrut o té verde). No es necesario evitarlos ni están prohibidos, pero hay que tener en cuenta que pueden alterar el INR.
El alcohol también puede aumentar el riesgo de hemorragia. No se deben beber más de 1 ó 2 bebidas fermentadas al día (vino o cerveza) y se deben evitar las bebidas destiladas (whisky, ginebra, licores…), así como el abuso de ambos tipos de alcohol. Por otro lado, el tabaco es muy rico en vitamina K, por lo que es necesario abandonar su consumo para mejorar la calidad anticoagulante de los AVK y reducir el riesgo de sufrir infarto, ictus, ictus y cáncer.
En cuanto a los pacientes que siguen un tratamiento con anticoagulantes de acción directa, no necesitan monitorización de los niveles en sangre, ya que tienen un efecto anticoagulante más predecible. Esto no quiere decir que no sea necesario vigilar su eficacia y seguridad, así como su correcta adherencia, ya que omitir una dosis puede dejar al paciente desprotegido frente a un evento tromboembólico.
¿Qué síntomas indican una anticoagulación inadecuada?
El sangrado de encías al cepillarnos, los hematomas espontáneos, la sangre en la orina o el sangrado rectal pueden ser síntomas de que nuestro INR está más alto de lo que debería ser. Por el contrario, si está en un valor demasiado bajo podemos sufrir tromboflebitis, pérdida repentina e intermitente de visión, zumbidos en los oídos o disnea repentina. En ambas situaciones se recomienda acudir a un especialista para intentar regular el tratamiento.
Consejos para pacientes tras el tratamiento anticoagulante
- No compense el olvido duplicando la dosis.
- Consulte a un profesional sanitario sobre la posición más adecuada en caso de omitir una dosis.
- Utilice un pastillero semanal para garantizar el cumplimiento del tratamiento.
- Informe a su médico, enfermera y/o farmacéutico si hay algún cambio en la medicación, incluidos los remedios a base de hierbas.
- Llevar la “Tarjeta de Anticoagulación” para avisar en situaciones de emergencia en el hospital.
- No suspender la anticoagulación sin indicación del equipo responsable.
- Si siente signos de sangrado o tromboembolismo, acuda a urgencias e indique que se está siguiendo la terapia anticoagulante y con qué fármaco.
- Informe al profesional de la salud que está tomando medicación anticoagulante antes de un procedimiento invasivo, con especial cuidado en procedimientos espinales o epidurales.
- Si está embarazada o planea quedar embarazada, informe a su médico. También si tienes que optar por la lactancia materna.
La importancia de mantener bajo control la anticoagulación es clave para tu salud.
Si tienes más dudas sobre el tratamiento anticoagulante o necesitas consejo, consulta con el personal sanitario de tu centro de salud.